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Foto del escritorLeonardo Sancho

Bienvenidos al mundo cripto

Durante los últimos años hemos observado un nuevo fenómeno económico que ha acaparado no solo a los nuevos integrantes, sino también a los grandes jugadores del mercado. Un innovador activo que se ha posicionado dentro de los fondos tradicionales en las plazas más grandes del mundo financiero.


Dicho activo son las criptomonedas, o divisas digitales, los cuales han marcado un antes y después a través de las DEFI (finanzas descentralizadas). Es muy probable que sabiendo o no de criptos, hayamos destinado algún dinero ya sea para invertir o para “ver que pasa”, dicha práctica es muy saludable, siempre y cuando tengamos conciencia de los riesgos asociados a invertir en Bitcoin, Ethereum, o cualquiera sea la moneda que elijamos.


Si vamos a fondo con el concepto, debemos decir que

una criptomoneda es un activo intangible, que tiene un valor (dado por la oferta y la demanda) y que puede ser utilizado con distintos fines.

Todas las criptos emplean un cifrado criptográfico para garantizar su titularidad y asegurar la integridad de las transacciones controlando la creación de unidades adicionales, evitando que alguien pueda hacer copias como haríamos, por ejemplo, con una foto. Al ser digitales se almacenan en una billetera, o en la jerga, una wallet.


Un monedero digital o wallet es, en realidad, un software o aplicación donde es posible almacenar, enviar y recibir criptomonedas. Lo cierto es que a diferencia de un monedero de dinero físico, lo que realmente se almacena en los wallets o monederos digitales son las claves que nos dan la propiedad y derecho sobre las criptomonedas, y nos permiten operar con ellas.


Hay dos tipos de monederos: existen los calientes y los fríos. La diferencia entre ambos es que los primeros están conectados a internet, y los segundos no. Así, dentro de los monederos calientes encontramos los monederos web, los monederos móviles y los monederos de escritorio, este último, solo en el caso de que el ordenador esté conectado a internet. Por el contrario, dentro de los monederos fríos existen los monederos hardware y los monederos de papel, que es simplemente la impresión en papel de la clave privada.


Cabe destacar, que

las criptos no están reguladas ni son controladas por ninguna institución.

Se usa una base de datos descentralizada, blockchain o registro contable compartido, para el control de estas transacciones. El no tener intermediarios, ha generado uno de los mayores beneficios para los usuarios debido a que reduce enormemente las comisiones que cobran los medios tradicionales para hacer transacciones.


Dicho beneficio, además de también disminuir el tiempo de las operaciones, se consigue gracias a la blockchain, la cual es en palabras simples una cadena de bloques que permite puedan encontrarse quienes quieren realizar una transacción y quienes reciben la misma, además de otros agentes que se benefician de estas operaciones, como los famosos ”mineros”.


Si bien realizaremos un blog entero a Blockchain para entender su uso y las empresas que llevan el desarrollo de esta tecnología, destacamos que su característica principal es permitir que las criptomonedas sean tan simples de transar entre usuarios.





Hace unos años, más precisamente en mayo de 2010, un analista de sistemas llamado Laszlo Hayeck, que vivía en Louisville, EE.UU., pidió dos pizzas por teléfono y las abonó con una moneda que recién comenzaba a circular. Tuvo la fortuna, o no, que quien le tomó el pedido aceptó el pago con Bitcoins (BTC). Se pusieron de acuerdo y por ese consumo de 30 dólares Hayeck abonó con 10.000 BTC.


Lejos estaba de suponer que solo siete años después esas 10.000 monedas virtuales, que en ese momento cotizaban a 0,003 dólares cada una, llegarían a cotizar nada menos que a unos 5.000 dólares. Es decir que se valorizaron nada menos que 1,7 millones de veces.


Si en vez de cenar pizza Hayeck los hubiera mantenido en su poder, en la actualidad habría amasado una fortuna, que llegó a ser de 50 millones de dólares, equivalente a 3,3 millones de pizzas.


Ahora bien, luego de esta breve historia, definamos que es el bitcoin. Se trata de una moneda que surge de un “Protocolo Bitcoin” publicado en 2009 por Natoshi Nakamoto, un singular personaje del que hasta la actualidad nadie sabe cuál es su verdadera identidad. Tal es así que a lo largo de los años surgieron varios nombres de posibles candidatos e incluso se llegó a especular que la propia CIA estaba detrás de todo esto.


Lo cierto es que Nakamoto planteó en el origen que el “Bitcoin nace con ambiciones elevadas: proporcionar a los ciudadanos un medio de pago que posibilite la ejecución de transferencias de valor rápidas, a bajo costo y que, además, no pueda ser controlado ni manipulado por gobiernos, bancos centrales o entidades financieras”.

En la práctica se trata de una moneda virtual que se adquiere a través de plataformas Web y se almacena en billeteras virtuales; para sus defensores su principal virtud es la posibilidad de hacer todo tipo de transacciones a nivel global en forma anónima y segura, y sobre todo a muy bajo costo. Si bien también permite realizar una variada gama de operaciones comerciales, su principal aplicación es de índole financiera, ya que la enorme volatilidad de su cotización es un condicionante para quienes compran y venden bienes y servicios con ella.


Con estos conceptos, podemos describir una operación de compra de criptomonedas. En primer lugar, elegimos el monto que queramos destinar a la compra, teniendo en cuenta que no hay montos mínimos ni máximos. En segundo lugar seleccionamos la criptomoneda, tomemos como ejemplo Bitcoin. Podemos elegir el bróker que queramos, por ejemplo Satoshi Tango, realizamos la compra, y al tener la cripto podemos decidir si dejarla en la plataforma, (algunas criptos permiten generar intereses pasivos, es decir, solamente habiendo comprado y eligiendo la opción correspondiente dentro del bróker, comienza a generar ganancias) o podemos retirarla a nuestra wallet (ya sea fría o caliente). En algunos minutos hemos desarrollado una práctica que, por día, se hace millones de veces en cualquier lugar del mundo.

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